Siempre se baña antes de acostarse. Cada vez lo hace más temprano. Antes Michel la miraba a través de la puerta entreabierta. A veces entraba a bañarse con ella, ahora sólo espera o sale.
–Es sólo una cena de trabajo. Vuelvo como en dos o tres horas.
–¿Quiénes van?
–Diego, el jefe de compras, dos nuevos clientes y yo, nadie más... Creo.
–Me gustaría ir contigo.
Viviana aprieta los labios, dilata las pupilas, parece ser quince años más joven cada vez que ruega algo. Quizá este mecanismo funcionaba con sus padres cuando aún era una niña, ahora debe hacer un esfuerzo mayor: además del gesto, se desnuda, muestra a Michel las tetas nuevas que él pagó hace sólo tres meses, remueve los flecos dorados de su cabello despejando las raíces negras, extiende las yemas de los dedos y acaricia el pecho de Michel. Aún es hermosa, de un modo muy distinto pero hermosa: como volver a casa después de mucho tiempo.
–Lo siento, me tengo que ir, Diego está pitando.
Un beso en la frente, manos en sus hombros, su cabello mojado en el pecho de Michel; transparencia de la tela. Cambio rápido de camisa, portátil, llaves, puerta, sala, puerta, ascensor, lobby, puerta, Ford.
–¿Entonces, Diego?
–Nada. Vamos.
La camioneta recorre sólo tres cuadras, dobla a la izquierda, se detiene unos minutos frente a una tienda. Michel y Diego escuchan la pequeña explosión de las latas de cerveza al abrirse y avanzan a través de las calles lentas de los martes por la noche. Otras cuatro cuadras, izquierda, y descienden por la rampa hasta el 210 del parqueadero. Dos cervezas más, un joint, Deep purple, T Rex.
–¿Por qué no le dices simplemente que vas a tomarte unas cervezas conmigo?
–Si lo hiciera, ¿qué sentido tendría? Es como cuando mi papá bajaba al parque a buscarnos.
–Todo lo contrario: tu papá sí sabía donde estábamos pero nunca nos encontraba. Además ya no tenemos trece años y tu papá no tenía las tetas que tiene Viviana.
–Menos mal. No quiero imaginar las tetas de mi padre y mucho menos pagar por ellas.
–Suficiente.
–Sí, demasiado. ¿Bajaste algo?
–No, pero aquí hay WiFi y tengo el link de una página de coreanas.
–¿Les?
–De todo.
–Pásamelo. Sabes que lo que más me gusta es verlas juntas.
Aún no son las once. Michel regresa a casa. Todos sus olores han quedado en el baño del parqueadero, también un billete en el bolsillo del vigilante. Las luces de la casa están encendidas y el televisor grita a todo volumen desde el cuarto. Michel deja las llaves y el portátil sobre su escritorio. Atraviesa la puerta entreabierta. Viviana cambia las pilas del control remoto. Es inútil. Está dañado.
Monday, February 18, 2008
Thursday, February 14, 2008
Party
Arriba, detrás de la puerta izquierda del closet, donde no hay nada más que cables, impermeables amarillos y un taladro, justo ahí, al fondo, está la caja de zapatos con las pelucas.
Desde abajo puedo oler sus panties. Se llama Teisha, creo. Es alta y estira su cuerpo empinado sobre la silla hasta la puerta superior izquierda del closet. Arranca cables y plástico amarillo y otras cajas que no son la de las pelucas. Sus piernas tensas, extendidas, delinean unos músculos fuertes de haber patinado demasiado y su faldita de puta revela el comienzo de una nalga y el olor, aún seco, de su vagina.
–¿Te vas a quedar allá abajo mirando o me vas a ayudar a buscar?
–Me quedo, todo bien.
Ella va de puta. Yo quería ser bombero. No encontré un buen casco. Ahora no tengo disfraz, sólo me pondré una peluca y trataré de sonreír.
Baja despacio con la caja de zapatos en la mano, levanta la tapa revelando la maraña de pelos sintéticos y colores y comienza a sacar las pelucas una por una.
–¿Te gusta ésta?
–No, se parece demasiado a mi cabello. No parece un disfraz sino que tratara de disimular la calvicie.
–Te estás quedando calvo.
–Lo sé, precisamente por eso no puedo usar una peluca como ésa. Por dignidad.
–¿Y ésta?
–Mmm... No sé. Muy gay, creo.
– Yo no le veo nada de gay...
–Es fucsia, ¿te parece poco?
–Pero es una fiesta de disfraces...
–Lo sé, pero no me voy a disfrazar de gay mientras mi novia va vestida de puta.
–No sabía que yo fuera tu novia.
–Tú me entiendes...
–No, no te entiendo.
Se queda mirándome, café, con una peluca fucsia en una mano y una negra, muy parecida a mi cabello, en la otra. Las deja caer al mismo tiempo, con el dramatismo cursi de la cámara lenta. Se mete la mano bajo la falda de puta y se acomoda el panty sin dejar de mirarme, café. Entonces da un paso hacia mí y repite cada palabra moviendo los labios despacio y en exceso:
–No, no te entiendo.
–Estamos saliendo... Estamos juntos... Llevas dos semanas durmiendo aquí... ¿Qué quieres que te diga?
–¿Quieres que me vaya?
–¡Eso no tiene sentido! Pensé que discutíamos por lo contrario.
–¿Cómo así?
–Primero te molestas porque te digo que eres mi novia y ahora quieres pelear porque te estoy echando...
–No estamos peleando, sólo estamos buscando una peluca.
Sonríe. Da media vuelta. Se agacha a recoger las pelucas sin doblar las piernas. La falda se levanta y las medias de malla trazan rombos sobre las carnes de sus nalgas de niña. Se llama Teisha, creo.
–Creo que mejor te llevas ésta –saca un afro de la caja y me lo pone en la cabeza.
–Ok. Vamos.
Desde abajo puedo oler sus panties. Se llama Teisha, creo. Es alta y estira su cuerpo empinado sobre la silla hasta la puerta superior izquierda del closet. Arranca cables y plástico amarillo y otras cajas que no son la de las pelucas. Sus piernas tensas, extendidas, delinean unos músculos fuertes de haber patinado demasiado y su faldita de puta revela el comienzo de una nalga y el olor, aún seco, de su vagina.
–¿Te vas a quedar allá abajo mirando o me vas a ayudar a buscar?
–Me quedo, todo bien.
Ella va de puta. Yo quería ser bombero. No encontré un buen casco. Ahora no tengo disfraz, sólo me pondré una peluca y trataré de sonreír.
Baja despacio con la caja de zapatos en la mano, levanta la tapa revelando la maraña de pelos sintéticos y colores y comienza a sacar las pelucas una por una.
–¿Te gusta ésta?
–No, se parece demasiado a mi cabello. No parece un disfraz sino que tratara de disimular la calvicie.
–Te estás quedando calvo.
–Lo sé, precisamente por eso no puedo usar una peluca como ésa. Por dignidad.
–¿Y ésta?
–Mmm... No sé. Muy gay, creo.
– Yo no le veo nada de gay...
–Es fucsia, ¿te parece poco?
–Pero es una fiesta de disfraces...
–Lo sé, pero no me voy a disfrazar de gay mientras mi novia va vestida de puta.
–No sabía que yo fuera tu novia.
–Tú me entiendes...
–No, no te entiendo.
Se queda mirándome, café, con una peluca fucsia en una mano y una negra, muy parecida a mi cabello, en la otra. Las deja caer al mismo tiempo, con el dramatismo cursi de la cámara lenta. Se mete la mano bajo la falda de puta y se acomoda el panty sin dejar de mirarme, café. Entonces da un paso hacia mí y repite cada palabra moviendo los labios despacio y en exceso:
–No, no te entiendo.
–Estamos saliendo... Estamos juntos... Llevas dos semanas durmiendo aquí... ¿Qué quieres que te diga?
–¿Quieres que me vaya?
–¡Eso no tiene sentido! Pensé que discutíamos por lo contrario.
–¿Cómo así?
–Primero te molestas porque te digo que eres mi novia y ahora quieres pelear porque te estoy echando...
–No estamos peleando, sólo estamos buscando una peluca.
Sonríe. Da media vuelta. Se agacha a recoger las pelucas sin doblar las piernas. La falda se levanta y las medias de malla trazan rombos sobre las carnes de sus nalgas de niña. Se llama Teisha, creo.
–Creo que mejor te llevas ésta –saca un afro de la caja y me lo pone en la cabeza.
–Ok. Vamos.
Sunday, February 10, 2008
Belkys Gries Camacho
All american-women against latex
DOB: 21-6-81, Soledad
Height: 5'6"
Positions: midfield or forward
Personal: Married to Joshua Gries. They have two chickens and a rooster: Morning, Sunrise and Breakfast. She has lived in Barranquilla, Soledad, Macon, Atlanta and Costa Rica. She studied in Nuestra Senora del Carmen High School, and gratuated from North Clayton High School and Wesleyan University. She has degrees in Spanish and M.A.T. Elementary and EC.E. In 1998 she received academic awards and a mention of honor for the biggest booty in school .
Experience: Belkys has played soccer since kindergarten. As a child in Soledad, Colombia, she learned the tough tecniques of the game so-called bola e trapo. In High School she was voted Player of the Week and received "All Conference". This is her second year playing for the AA WAL.
Favorite Music: Reggaeton
Favorite Book: The shining
Favorite Movies: The shining and Star Wars
Favorite Player: Pibe Valderrama and Zinedine Zidane
Role Models: Mother Teresa, Alvaro Uribe, Mom and Dad
Favorite Food: cheese empamadas and bocachico soup
Other sports: Jogging, cock riding and domino
Hobbies: Cooking, smoking weed and gang bang
Favorite Colors: yellow, blue and red
Favorite Team: Brazil
Biggest Fan: Dad
Most memorable AA WAL Moment: Walking out of the locker rooms naked
Advice for young players: Don't be afraid to try, even when you don't meet the goals that you set for yourself-keep trying
Favorite quote: "work, work, work" Alvaro Uribe
DOB: 21-6-81, Soledad
Height: 5'6"
Positions: midfield or forward
Personal: Married to Joshua Gries. They have two chickens and a rooster: Morning, Sunrise and Breakfast. She has lived in Barranquilla, Soledad, Macon, Atlanta and Costa Rica. She studied in Nuestra Senora del Carmen High School, and gratuated from North Clayton High School and Wesleyan University. She has degrees in Spanish and M.A.T. Elementary and EC.E. In 1998 she received academic awards and a mention of honor for the biggest booty in school .
Experience: Belkys has played soccer since kindergarten. As a child in Soledad, Colombia, she learned the tough tecniques of the game so-called bola e trapo. In High School she was voted Player of the Week and received "All Conference". This is her second year playing for the AA WAL.
Favorite Music: Reggaeton
Favorite Book: The shining
Favorite Movies: The shining and Star Wars
Favorite Player: Pibe Valderrama and Zinedine Zidane
Role Models: Mother Teresa, Alvaro Uribe, Mom and Dad
Favorite Food: cheese empamadas and bocachico soup
Other sports: Jogging, cock riding and domino
Hobbies: Cooking, smoking weed and gang bang
Favorite Colors: yellow, blue and red
Favorite Team: Brazil
Biggest Fan: Dad
Most memorable AA WAL Moment: Walking out of the locker rooms naked
Advice for young players: Don't be afraid to try, even when you don't meet the goals that you set for yourself-keep trying
Favorite quote: "work, work, work" Alvaro Uribe
Call me daddy
HHH dice:
tus padres alguna vez te han golpeado?
Kath dice:
no
HHH dice:
deberían
Kath dice:
por qué?
HHH dice:
Tú sabes bien porqué...
Kath dice:
jaja
HHH dice:
De todos modos ya es demasiado tarde
Kath dice:
La semana pasada mi mamá me pellizcó una nalga, eso cuenta?
HHH dice:
No, pero suena muy sexy. Tu mamá todavía está buena
Kath dice:
Será que yo llego a esa edad estando tan buena como ella?
HHH dice:
mmm... No. Tienes veinte años menos y ya eres fea
Kath dice:
Entonces porque estás conmigo?
HHH dice:
por tus nalgas
Kath dice:
Hijueputa!!!
HHH dice:
así me quieres
Kath dice:
He visto fotos de mi mamá, era fea, se puso bonita ahora vieja
HHH dice:
o sea que aún tienes esperanzas
Kath dice:
Me toca
HHH dice:
de pronto te siente bien una barriga grande y tres bebés
Kath dice:
prefiero no pensar en eso
HHH dice
yo quiero tener tres lindos niños para golpearlos en tardes aburridas como ésta
Kath dice:
me alegro de no ser tu hija
HHH dice:
no digas eso, yo sería especial contigo
Kath dice:
???
HHH dice:
podría violarte de vez en cuando.... pero con ternura paternal
Kath dice:
ASCO!!!!!
HHH dice:
Es mejor eso a que vayas por una calle sola y te viole un desconocido... la familia es primero
tus padres alguna vez te han golpeado?
Kath dice:
no
HHH dice:
deberían
Kath dice:
por qué?
HHH dice:
Tú sabes bien porqué...
Kath dice:
jaja
HHH dice:
De todos modos ya es demasiado tarde
Kath dice:
La semana pasada mi mamá me pellizcó una nalga, eso cuenta?
HHH dice:
No, pero suena muy sexy. Tu mamá todavía está buena
Kath dice:
Será que yo llego a esa edad estando tan buena como ella?
HHH dice:
mmm... No. Tienes veinte años menos y ya eres fea
Kath dice:
Entonces porque estás conmigo?
HHH dice:
por tus nalgas
Kath dice:
Hijueputa!!!
HHH dice:
así me quieres
Kath dice:
He visto fotos de mi mamá, era fea, se puso bonita ahora vieja
HHH dice:
o sea que aún tienes esperanzas
Kath dice:
Me toca
HHH dice:
de pronto te siente bien una barriga grande y tres bebés
Kath dice:
prefiero no pensar en eso
HHH dice
yo quiero tener tres lindos niños para golpearlos en tardes aburridas como ésta
Kath dice:
me alegro de no ser tu hija
HHH dice:
no digas eso, yo sería especial contigo
Kath dice:
???
HHH dice:
podría violarte de vez en cuando.... pero con ternura paternal
Kath dice:
ASCO!!!!!
HHH dice:
Es mejor eso a que vayas por una calle sola y te viole un desconocido... la familia es primero
Saturday, February 9, 2008
Identidad
En esa billetera estaba yo. Ahora, algún otro camina con mi nombre y mi rostro y mis números en el bolsillo. Ese otro es yo y votará y matará en mi nombre. Sólo ruego que lo haga muy lejos del dinero que sudó ese hombre que yo fui antes de que me robara y que tenga la delicadeza de escribir las novelas que yo aún no he escrito y de firmarlas con mi nombre.
Friday, February 8, 2008
Cheng
Sabía que el despertador sonaría pronto. Estaba despierto pero aún pasaban cosas detrás de sus párpados. Siempre pasaba minutos antes del despertador. Una niña lloraba sentada sola en un columpio, se levantaba y caminaba hacia él mirándolo fijamente con unos enormes ojos negros, comenzaba a mover los labios, parecía estar a punto de decirle algo, cuando un ruido electrónico interrumpió el sueño.
—Aló.
—¿Señor Fernández?
—Sí, soy yo. ¿Quién habla?
—Susana Cheng, de la veterinaria.
—¿Como está Jack?
—Creo que es mejor que venga a la clínica, señor Fernández.
Fernández trabajaba por las mañanas, excepto los martes, pero era jueves. Sus alumnos tendrían que esperar. Se lavó los dientes y la cara, se puso la misma camisa del día anterior, se había quedado dormido con jeans y medias, sólo le faltaban los zapatos. Tomó un taxi. Bajó despacio. Entró a la clínica. Esperó a Cheng en la recepción, junto a una asistente pelirroja que lo miraba a través de unas gafas grandes de marco rosado. Susana Cheng se acercó a la recepción con las manos en los bolsillos de la bata.
—Buenos días, señor Fernández. Llega pronto. ¿Cómo amaneció?
—¿Cómo está Jack?
—Lo siento, señor Fernández, su gato murió esta mañana.
Fernández recibió confundido el tono neutral de Cheng, tardó unos segundos en entender que hablaba en serio. Tragó saliva con sabor a fluor y detuvo la lágrima con el índice antes de que le llegara a los labios. Una mujer entró abrazando un french poodle moribundo. Fernández miró al perro detenidamente y no pudo darse cuenta de las tetas pecosas de la mujer que lo llevaba. Suspiró hondo, parpadeó lentamente y volvió con una mirada enfurecida sobre los ojos rasgados de Susana Cheng:
—¿Para eso me hace venir hasta acá? ¿No me podía haber dicho eso por teléfono?
—Es política de la clínica dar este tipo de noticias personalmente.
—Ya no importa.
—Sí, no es para tanto, hay muchos gatos.
—¿Sufrió?
—Sí, mucho. Lo mejor que le pudo pasar fue morirse.
—Hm.
—¿Quiere verlo? Está un poco tieso, pero aún se ve lindo. Puede sentarle bien despedirse de él. Casi todos los dueños de mascotas muertas lo hacen.
—No, no quiero verlo. ¿Qué hago ahora?
—¿Ha pensado qué hacer con el cuerpo?
—Me enteré hace dos minutos, ¿cuándo diablos iba a pensar qué hacer con el cuerpo?
—Está bien. No se preocupe. Podríamos incinerarlo con los deshechos médicos, pero también contamos con un programa de donación. Si quiere puede donar el cuerpo de Jack para que no se desperdicien sus órganos, nosotros nos encargamos de los trámites, usted sólo tiene que llenar un formato.
Fernández recorrió con la mirada los azulejos verdes de las paredes de la clínica. Vio los afiches de perros y gatos felices sobre grama verde, vio a los pacientes caninos y felinos en brazos de sus dueños humanos, vio el vaho de la mañana enferma, vio todo despacio, hasta encontrarse de frente con las gafas de marco rosado de la asistente y después con los ojos de Susana Cheng, que esperaba una respuesta. No lo pensó demasiado y asintió resignado con un sólo movimiento de la cabeza. Cedería el cuerpo de Jack a alguna institución.
—Está bien, señor Fernández, voy a llamar a la entidad que recibe las donaciones mientras usted llena los papeles.
—Ok.
Cheng pidió un formulario a la asistente, lo extendió a Fernández junto a un bolígrafo de tinta roja. Sacó una tarjeta del bolsillo de su bata y comenzó a marcar un número desde el teléfono de la recepción.
—Wang cheng sai, hai li. Low mein. Kin sei wah...
Fernández la miraba extrañado mientras llenaba las casillas del formulario apoyado en el escritorio de la asistente. No sabía una palabra de chino, no sabía si eso que Cheng hablaba al teléfono era chino o japonés o inglés con acento neozelandés. Sólo entendió las dos últimas palabras que Susana Cheng dijo antes de colgar.
—Han chow ki, chai sem... Chow mein... Yun lai, wong... Chop suey...
—Aló.
—¿Señor Fernández?
—Sí, soy yo. ¿Quién habla?
—Susana Cheng, de la veterinaria.
—¿Como está Jack?
—Creo que es mejor que venga a la clínica, señor Fernández.
Fernández trabajaba por las mañanas, excepto los martes, pero era jueves. Sus alumnos tendrían que esperar. Se lavó los dientes y la cara, se puso la misma camisa del día anterior, se había quedado dormido con jeans y medias, sólo le faltaban los zapatos. Tomó un taxi. Bajó despacio. Entró a la clínica. Esperó a Cheng en la recepción, junto a una asistente pelirroja que lo miraba a través de unas gafas grandes de marco rosado. Susana Cheng se acercó a la recepción con las manos en los bolsillos de la bata.
—Buenos días, señor Fernández. Llega pronto. ¿Cómo amaneció?
—¿Cómo está Jack?
—Lo siento, señor Fernández, su gato murió esta mañana.
Fernández recibió confundido el tono neutral de Cheng, tardó unos segundos en entender que hablaba en serio. Tragó saliva con sabor a fluor y detuvo la lágrima con el índice antes de que le llegara a los labios. Una mujer entró abrazando un french poodle moribundo. Fernández miró al perro detenidamente y no pudo darse cuenta de las tetas pecosas de la mujer que lo llevaba. Suspiró hondo, parpadeó lentamente y volvió con una mirada enfurecida sobre los ojos rasgados de Susana Cheng:
—¿Para eso me hace venir hasta acá? ¿No me podía haber dicho eso por teléfono?
—Es política de la clínica dar este tipo de noticias personalmente.
—Ya no importa.
—Sí, no es para tanto, hay muchos gatos.
—¿Sufrió?
—Sí, mucho. Lo mejor que le pudo pasar fue morirse.
—Hm.
—¿Quiere verlo? Está un poco tieso, pero aún se ve lindo. Puede sentarle bien despedirse de él. Casi todos los dueños de mascotas muertas lo hacen.
—No, no quiero verlo. ¿Qué hago ahora?
—¿Ha pensado qué hacer con el cuerpo?
—Me enteré hace dos minutos, ¿cuándo diablos iba a pensar qué hacer con el cuerpo?
—Está bien. No se preocupe. Podríamos incinerarlo con los deshechos médicos, pero también contamos con un programa de donación. Si quiere puede donar el cuerpo de Jack para que no se desperdicien sus órganos, nosotros nos encargamos de los trámites, usted sólo tiene que llenar un formato.
Fernández recorrió con la mirada los azulejos verdes de las paredes de la clínica. Vio los afiches de perros y gatos felices sobre grama verde, vio a los pacientes caninos y felinos en brazos de sus dueños humanos, vio el vaho de la mañana enferma, vio todo despacio, hasta encontrarse de frente con las gafas de marco rosado de la asistente y después con los ojos de Susana Cheng, que esperaba una respuesta. No lo pensó demasiado y asintió resignado con un sólo movimiento de la cabeza. Cedería el cuerpo de Jack a alguna institución.
—Está bien, señor Fernández, voy a llamar a la entidad que recibe las donaciones mientras usted llena los papeles.
—Ok.
Cheng pidió un formulario a la asistente, lo extendió a Fernández junto a un bolígrafo de tinta roja. Sacó una tarjeta del bolsillo de su bata y comenzó a marcar un número desde el teléfono de la recepción.
—Wang cheng sai, hai li. Low mein. Kin sei wah...
Fernández la miraba extrañado mientras llenaba las casillas del formulario apoyado en el escritorio de la asistente. No sabía una palabra de chino, no sabía si eso que Cheng hablaba al teléfono era chino o japonés o inglés con acento neozelandés. Sólo entendió las dos últimas palabras que Susana Cheng dijo antes de colgar.
—Han chow ki, chai sem... Chow mein... Yun lai, wong... Chop suey...
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